jueves, 1 de mayo de 2008

EL RITMO (Marruecos 01/02/07-14/03/07)

Salam aleykum
Labas?... Hamdulila




Ayer, una vez llegado a casa di por terminado mi viaje por Marruecos. La aventura ha durado en torno a lo que tenía previsto, un mes y medio y el presupuesto total han sido 1200E.

Lo cierto es que he conocido bastante pero me ha quedado mucho por ver y seguir conociendo... otra vez será... in sha Ala. He viajado en todo tipo de transporte: bus, tren, grand taxi, coche...todo menos volar.

En el camino me he encontrado con marroquíes muy buenos, buenos y menos buenos pero ninguno malo, que los habrá como también hay malas personas aquí. De hecho en ningún momento he tenido sesación de peligro o riesgo y el agobio de los cazaturistas me ha parecido mínimo y todo el mundo al respecto me ha comentado que, Marruecos, ha cambiado mucho.

Mi andadura comenzó en Tanger y me dirigí a Xauen donde la lluvia y el frio hicieron que no pudiese disfrutar todo lo que uno esperaba. Así que un poco arto con el inclemente cielo, retomé el camino y lleguéa la que considero la ciudad que más me ha hechizado de Marruecos: Fes. Me perdí en el laberinto de pasillos, burros, personas, souqs, comidas, especias y olores de su medina. me volví a encontrar y perder infinidad de veces, sin prisa, dejandome llevar por el ritmo natural que fluye en la medina, porque no se debe ir más rápido ni más lento. Solamente hay que ir al ritmo. Ahora sé que no sólo en Fes sino que en Marruecos todo tiene su ritmo. El bus, el taxi, el té, la comida... Pero cada cosa tiene el suyo, único y propio.



Después vino Meknes, con su ritmo más sosegado y tranquilo, Bab Al-Mansour y sus souqs, paraiso de especias y sobre todo de aceitunas, un lujo para la vista y el olfato.



Tras todas estas sensaciones y traqueteos, Figuig, fue lo que en realidad es, un oasis en el camino. A las puertas de la vecina Argelia, este pequeño pueblo de habitantes tranquilos, saturado de niños e inmensos palmerales, me brindó la oportunidad de relajantes paseos y encuentros inesperados. Donde un niño no tendría más que mirar al frente para darse cuenta de que las fronteras no son los muros que se imaginaba.



Aaaaahh el desierto, el tan esperado desierto. Erg-Chebbi tan esperado y soñado que defraudo un poco, lo que uno se encuentra a pie de duna es una inmensidad de hoteles y caza-turistas. Uno no es persona es dinero andante.





Mientras uno se va aproximando da la impresión de que miles de carros, en un lejano pasado, se hubiesen puesto de acuerdo en descargar su preciosa carga de arena rojiza en el mismo punto de esa infinita llanura negra, formando unas grandes dunas donde las noches como comentaba Bowles, a no ser que el cielo esté cubierto de nubes, nunca es oscura y el silencio es solo interrumpido por el canto del viento y la voz de un anciano a la luz de una hoguera que cuenta sus recuerdos de infancia. Es aquí, dentro del erg, donde uno puede encontrar de nuevo el ritmo con suerte, yo la primera vez, porque estuve dos, la tuve.



Tras una caminata con la mochila a la espalda pero con gratificantes descansos acompañados con té, cigarro y por supuesto tertulia por los palmerales de Tinerhir, llegué al paraiso de escaladores.... y japoneses de cámara en mano: Las Gargantas del Todra. Estrecho pasillo del río de paredes como titanes rojos y donde algunos los desafian encaramandose a sus piernas.




Sin pena ni gloria pasé por Ait-Benhaddu y llegué al corazón enfermo de taquicardia: Marrakech. Con su afamada y caótica plaza Djemma el-Fna, que no solamente está llena de músicos,encantadores de serpientes, puestos de comida,... también por infinidad de turistas. En el día me defraudó y por la noche me enamoró. Cerca de una hora o quizás más, estuve prestando atención a unos músicos sin música, pero era el ritmo y me atrapó. No era necesario entender la lengua tan solo atender a la puesta en escena a la luz de una lámpara de gas. No hay mejor lenguaje si uno quiere hacerse entender. Ahora no había turistas y yo era uno más de los congregados, que eramos muchos. Al final desistí de mi intención de oir sonar tan extraños instrumentos




Tras Marrakech tuve una semana falta de ritmo apropiado, por pasar apresuradamente por lugares conocidos y algunos nuevos: el Valle del Draa y las Gargantas del Dades. Pero había perdido el ritmo.

Recuperé el ritmo al final del último día en Essaouira tras uno de los finales del día más bonitos que he tenido la suerte de ver en este viaje y puse rumbo al Sur. Llegué a Mirleft. Su costa de bajos acantilados y mar bravo se llena de cañas de pesca durante la mañana y por la tarde se vacía para llenarse de pescado el pequeño mercado.

Sidi Ifni antigua ciudad española donde topé con placas de antiguas calles que perduran en los edificios y hasta con el " Matadero municipal", donde hoy en día vive una familia con su burro y cabras, que paradoja. Hice escala en Tan-Tan, porque el camino era largo hasta Tarfaya


Tarfaya, antigua ciudad española, hoy en día pueblo pequeño y puramente marroquí a apenas 60km de las costas de Fuerteventura, con una inmensa playa en la que están enclavados un anciano fuerte portugues, la tumba de un naufragio y los fuertes vientos que azotan la arena hasta sepultar las calles y ruinas de lo que queda de la presencia de nuestro pais allí.




Ya de regreso hacia el Norte una parada en el pequeño pueblo del Antiatlas de Tafraute. Donde tuve el privilegio de asistir a la ceremonia que le tributó a la nueva recién nacida princesa. Donde un gentil anciano me contó su indignación por el impuesto sufrido para la construcción de la Mezquita Hassan II de Casablanca y hoy en día, aún cuando se cobra al turista la entrada nadie se digna a devolverles su dinero ganado con duro esfuerzo. Razón no le faltaba, pienso yo. A pesar de ello mi siguiente parada fue dicha mezquita. Esta vez fui yo el japonés. Llegué, saqué la foto y tomé el tren a la capital: Rabat.


Lo cierto es que para ser la capital, el ritmo de Rabat me pareció de lo más tranquilo. Quizás fuese porque yo ya llevaba el mio propio. Visité la kasba con sus cañones, sus zocos y hasta me tomé un descanso tirado en el cesped de uno de sus jardines




A estas alturas de viaje el tiempo empezaba a apremiarme y deseaba encontrar un lugar sosegado donde pasar mis últimos diás. Este lugar fue Larache a unos 90km de Tanger.


No pude elegir mejor lugar para finalizar el viaje. Larache también había sido colonia española y me pude comunicar más fácilmente con la gente. Pero el mayor de los placeres fue bajarse al puerto y saborear todo ese pescadito frito o las sardinas a la parrilla que cocinaban prácticamente recién llegado a puerto. Uno lo podía comprar él mismo y se lo cocinaban en las freidurías de alrededor.



Hubiese sido genial a no ser porque el día de mi partida hacia Tanger, tanto los autobuses como los grand taxis se pusieron de huelga. Pero como dije al principio, no he encontrado más que gente muy buena, buena o menos buena y no tuve mayores problemas al hacer auto-stop y que alguien me llevase a Tanger y para colmo, al llegar INVITARME A UN TÉ MARROQUÍ





2 comentarios:

David Urquiza dijo...

Éste blog promete, Ibán.
Y qué guapo lo de Marruecos.
Voy a aprovechar y voy a hacer publicidad, por el morro, de casa de mi madre en Marrakech (entra, que te vas a echar unas risas).
www.darlunatikamarrakech.blogspot.com

nerea dijo...

Decirte que casi no se ni como he llegado a tu blog pero que me ha encantado. y sobre todo las fotos q tienes en el flikr. Me encantan las fotos y sobre todo el estilo de tus fotos. hay un par de fotos en primer plano que son geniales!!! sigue asi!!
un muxu